A mis veinte he aprendido que las segundas oportunidades se crearon para darlas, que los errores están para cometerlos, que el que algo quiere algo le cuesta y que lo que fácil viene mas fácil aún se va. Que la vida es breve y hay que vivirla como tal, que el tiempo es lo único que cuando pasa ya no puedes recuperar.
A mis veinte he aprendido que nadie es para siempre, que una mañana podemos despertar y ver que todo ha cambiado. Que maduramos a base de caer y levantarnos. Que eso de poner la otra mejilla siempre funciona, la mejor hostia sin duda es la que no se da.
A mis veinte he decidido dejarme llevar, ser yo quien tiene el control de mi vida, que nadie es lo suficientemente importante como para condicionar mi forma de vivir (exceptuando a mi familia obviamente). He decidido dejar de esperar a ese príncipe azul que nos impusieron desde pequeñas, yo misma puedo salvarme de esos villanos y villanas del día a día. He decidido que no voy a vivir pendiente del qué dirán, me da igual.
Para mis veinte me he propuesto viajar más, conocer nuevos rincones, olores y sabores, ir a más conciertos y a algún que otro festival, hacerme voluntaria por alguna causa social, ahorrar para comprarme un telescopio, leer algo del exhibicionismo literario de Bukowski. Hacer puenting o paracaidismo o ambas. Mis tatuajes pendientes.
Pero sobre todo aprender de todo y de todos, no hay limite.
Pero sobre todo aprender de todo y de todos, no hay limite.
María